martes, 6 de diciembre de 2011

Crónica rescatada


Este es una crónica del lanzamiento del CD Antología del encebollado de Hugo Idrovo y Héctor Napolitano que se publicó en la primera edición de un fanzine llamado SUPERFULL que llegamos a publicar allá por 1998 con mi gran amigo Julio Cesar “Ñañón” Jurado, fue debut y despedida, la edición #2 nunca vio la luz. La escribí a máquina, luego se levantaron los textos en computadora, los precios estaban en sucres, pero la emoción del concierto sigue intacta tal como cuando vuelvo a ver en escena este par de grandes músicos.


Suculento encebollado

El auditorio del CEN estaba lleno, el público impaciente, mi grabadora lista –había comprado pilas nuevas- pero el contingente policial no me permitió pasar a los camerinos para entrevistar al dueto guayaquileño que había regresado a su ciudad después del auto exilio al que se sometieron desde 1983, buscando apertura a su rara para unos y original para pocos, propuesta musical; para los músicos en mención la realidad basada en sus raíces. Se abrió el telón y aparecieron las figuras inconfundibles de Hugo Idrovo y Héctor Napolitano, rodeados de sus instrumentos. La percusión estaba “huérfana” pues el ejecutor de esta no había aparecido, pero no se podía esperar más. A Montañita fuel el primer ingrediente de este gastronómico sucesos musical, a este le siguieron Camino a Puerto Ayora, Cuando pienses en mi, Venenoso batracio y todos los temas de sus repertorio entre sones, boleros, guayenatos y otras hierbas.

Fuimos testigos de el virtuosismo en interpretaciones como Extrema unción de un poseído Napolitano y del poder vocal propio de Idrovo.  De pronto apareció el percusionista, quien se excuso por un retraso aéreo desde Quito. Las introducciones y anécdotas entre canciones eran recibidas por el público como la conversación de un “pana”. Napo se daba tiempo para cambiar de instrumento: entre el banjo, el tres, un sextillo, la guitarra acústica y eléctrica en las que degustaba de su ceviche de  cuerdas. 

Anunciaron la última canción entre el delirio de todos pero no había tocado la “number one en Bolivia” como diría después Idrovo, fue entonces cuando mi abuelita, -fan del dueto y asistente a aquel banquete- y todo el auditorio se puso de pie pidiendo al unísono la canción con la cual han logrado captar un nuevo y difícil público como el de Guayaquil. Finalmente entre vítores, aplausos y el delirio interpretaron su tema Gringa loca. Entonces terminó el show. Anunciaron la venta de su CD antología del encebollado, motivo de la cena a la que fuimos invitados, por un módico valor de quince mil sucres, un regalo. Salí a los pasillos a cumplir con mi cometido, ¡oh sorpresa! No era el único que esperaba la salida de los músicos, estaba acompañado por los compradores de disco en espera de un autógrafo y los que solo querían saludar a los chefs de la noche. Al fin salieron y pude hacer una pregunta: Hugo ¿Cuáles son los ingredientes de este encebollado? “ A pues, feeling y nervios hermano, eso es todo lo que se necesita y afinación, las cuerdas que estén afinadas, si no no sale”… no le pregunté nada más, todo había sido contestado en el escenario. Salí y pude percibir que no era el único satisfecho, después de todo oídos llenos de buena música, corazón contento.

Fanzine SUPERFULL, segmento JUERNES, escrito por Peter Rodríguez Pontón

Acampada cerca de Guayaquil, Bosque Protector Cerro Blanco

A solo 16 kilómetros de Guayaquil, en la vía a la costa, camino a Playas, Salinas y otros balnearios se encuentra el Bosque Protector Cerro Blanco, 6 mil hectáreas de bosque seco tropical que alberga a 54 especies de mamíferos y mas de 700 plantas vasculares y 219 especies de aves entre las que destaca el Papagayo de Guayaquil lamentablemente en serio peligro de extinción. La primera vez que lo visité fue a finales de los años 80, desde entonces he ido muchas veces, con amigos, familiares, turistas en fin con muchas personas y por muchas razones. En esta reserva natural es posible hacer caminatas por senderos delimitados, acompañados por guías especializados que están listos a responder todas las inquietudes de los visitantes. Los senderos son hacía la parte alta del cerro y tienen diferentes distancias por lo que se los puede hacer en una, tres y hasta cinco horas. Para ver las especies que habitan el bosque es necesario ir en grupos pequeños con igual interés de observación pues en la mayoría de ocasiones que he ido con familiares y amigos la idea ha sido la de distraernos o pasarla bien, lo que genera mucha distensión y obviamente poco cuidado con hacer el mínimo ruido, por lo que los animales obviamente se alejan y no se los puede ver, a pesar de esto es muy fácil ver aves de diferentes especies. Existe una gran diferencia al visitar el bosque en invierno o en verano, pues si se lo visita de diciembre a mayo (nuestro invierno) debido a las lluvias, se encontrarán con muchos mosquitos y otros insectos por lo que es necesario llevar un buen repelente, pero la recompensa a las molestias de lluvia, calor y humedad se ve recompensada con la posibilidad de encontrar varias cascadas corriendo cerro abajo especialmente en el sendero Canoa. Si se visita Cerro Blanco de julio a Noviembre (nuestro verano) cuando las noches son frías (en Guayaquil 20 grados centígrados es considerado frio, por algunos muy frio) hacen muy agradable la acampada junto a una fogata. Las noches de luna es posible realizar los recorridos sin linterna o cualquier otra luz artificial, logrando un mayor contacto con la naturaleza. Este es uno de esos lugares que nos devuelven a lo básico a encontrarnos con plantas, insectos, aves, mamíferos, reptiles y muchas formas de vida, tenemos la suerte de que está tan cerca del puerto, les recomiendo visitarlo.